POEMA
XXVI – PENITENCIA DE MUERTE. AKASHA VALENTINE. ED. REEDITADA.
Deseo
desterrar cada beso y caricia de mi boca y mejillas, no los
quiero cerca de mí. Tan lejos los quiero tener de
mi lado que la ausencia y el vacío que dejen
tras de sí sea sólo una amarga sensación que con el tiempo olvide,
de
la
que con los años pueda desprenderme sin llegar a sentirme culpable
por poder hacerlo. Reniego de esos sueños que por mi nombre me
llaman; no son míos, y
ya ni tan siquiera los recuerdo; tal vez me
pertenecieron, aunque de eso yo ya no me acuerdo, pues la lucidez de
mi mente se consume como la llama de una vela sin apenas mecha y
oxigeno, y el tiempo se vuelve confuso y las emociones traicioneras,
y si
ayer
la amé
hoy ya no lo recuerdo, si la sostuve entre mis brazos, estos
no me duelen ni me pesan, y su olor no persiste entre mis brazos
desnudos ni bajo las primeras capas de mi piel, así que dudo si su
nombre era Beth o Luana, para mí ya nada es lo mismo, todo me es
indiferente, todo me parece igual.
Los
versos que, dormidos en hojas de papel, apelmazados por los pesados
lomos que los envuelven, no cantan ni resuenan, nadie les pone voces,
y la tinta con la que fueron escritos ya está seca, y la pluma con
la que fueron garabateados rota en mil pedazos, y desconozco si yo
fui ese poeta que tiempo atrás les
dio forma y añadió metáforas, que de la lírica gesto este canto
que la muerte no ha de hacer suyo, y sin embargo anhela que yo se lo
cante
aun
cuando mis labios se pudran y se sequen y de mí sólo quede un
puñado de huesos. Qué profunda y atrayente resulta la oscuridad
ahora que me atrevo a mirarla con otros ojos. Pues hace tiempo que a
todo deje de temerle,
ahora que ya nada tengo que perder.
Narran
así la mayoría de los versos que aún dormidos sueñan en los
hundidos estantes de madera y que en el interior de mi boca suenan
así: Dulce muerte que en mi interior moras, detén las agujas del
reloj de mi vida permitiendo que mi corazón se detenga para siempre.
Qué
gozosa sensación debe de producirte
ponerle fin a esta vida de tormento y desconsuelo, parar
este mal que mi mente turbada sufre sin final. Locura, así he de
llamarte, por ese nombre, que enloquece y me perturba, que
de
todo me has privado y de todo te has jactado. Dime una vez más el
nombre de la mujer que una vez amé,
devuélveme esa imagen suya que ni en mis recuerdos logro
encontrarme, y así déjame
ir, sumido en la oscuridad de
mi biblioteca, recortando mis muñecas, acelerando el proceso de la
mortalidad y viviendo para siempre olvidado por todos, consumido en
mi brutal tormento que de nombre llamaré
demencia.
Akasha Valentine 2015 © http://www.akashavalentine.com
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