POEMA XI- SUICIDIO DE AMOR. AKASHA VALENTINE.
No,
sé que no te inquietarás cuando los rayos iluminen el negro
cielo que encapado se viste para mí del color del luto que tú nunca
lucirás por mi persona. Sé que no llorarás
ni una sola lágrima por mi moribundo cuerpo cuando
yo ya esté
muerto,
por eso la esfera que se alza sobre nuestras cabezas lo hará por ti,
derramará
sus lágrimas en forma de gotas de lluvia y así mojarán
tus ojos imitando esas secreciones que secas están en los rabillos
de tus ojos.
Estoy aquí, aunque no quieras verme, al pie de tu ventana esperando
a que hagas acto de presencia, pero tu cortina sigue echada, las
persianas bajadas, y olvidas que soy esclavo del deseo que me provoca
tu piel y mal alimenta a mi alma con migas en lugar de pedazos
grandes que calmen el hambre que siente mi cuerpo cuando estoy sin
ti. No
puedo conciliar el sueño, pues cada vez que me dejo caer sobre mi
cama siento que las sábanas que me arropan son en realidad las ramas
con espinas que protegen a sus rosas. Pues tu olor, que con dulce
apariencia me invita a evocarte en mi memoria, me enloquece cuando
muerdo la tela pensando que es tu piel la que saboreo con el paladar
de mi lengua. Mujer
¿qué has hecho
conmigo? ¿Qué clase de embrujo me tiene atado a ti? De día, cuando
aún
estoy lúcido
por
el descanso,
camino sin rumbo fijo, con la cabeza
llena de pensamientos de todo tipo, buenos y malos, dulces
y amargos, reconfortantes y desvastadores,
sometiéndome a sus caprichosos deseos e impidiéndome concentrarme
en todo cuanto deseo hacer. Te maldigo y a la vez venero, pues no
quiero que mires al futuro con esperanza, porque con mi muerte me
llevaré tus deseos, tus anhelos, tu forma de ver la vida y de amar
sin ser consciente del daño que haces, cuando besas otros labios que
no son los míos. La lluvia que tanto te gusta ya no volverá a
resultarte nada hermosa, y en cierta medida esa idea me consuela y me
reconforta, pues sentirás
lo que yo siento, sufro y padezco cada vez que te imagino en brazos
de otro hombre que como yo a tus pies se postra y bebe de tu boca el
elixir de la vida eterna que juras darnos pero cuya promesa nunca
llevas a cabo. Quiero hacerte daño, pero soy consciente de que mis
palabras aún no te han herido, que mi pena y mi dolor no te han
hecho enloquecer, como tú lo hiciste con mi mente tiempo atrás,
cuando creía en la inocencia de tus actos, en la bondad de tus
gestos. Llámame
traidor si con ello te vas a sentir más satisfecha, pero tan sólo
quiero que tu alma quede tan atormentada que como única salida que
te quede para seguir adelante
es
que quieras regresar a mi lado,
pero llegado ese fatídico momento te darás cuenta de que ya es
demasiado tarde, pues ya no habrá nada que puedas hacer salvo
esperar a la muerte de forma impaciente. Amor, mi amada, no te
molestes en caminar hacia delante con la esperanza de encontrar una
vida mejor, quédate muy quieta y callada en esta habitación llena
de recuerdos imborrables y de luto permanente, que te recuerde de
forma continuada que
un día la risa lleno cada rincón de cada esquina. Como última
voluntad quiero que arrojes tu alma a las sombras, castígala hasta
quedar fatigada, y cuando sientas
que el peso del mundo es demasiado grande para ti únete a mi dolor
para toda la eternidad, permitiendo que el mundo siga su curso y
dejando
que los vivos lloren a los muertos una noche más. Como tiempo atrás
tú no lo hiciste por mí, y sobre mi boca ahora
descansa el arma que la vida me ha de quitar.
Akasha Valentine 2013 © http://www.akashavalentine.com
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