domingo, 1 de diciembre de 2013

POEMA III - LA RAZÓN DE MI OLVIDO. AKASHA VALENTINE. ED. REEDITADA.


Dante Gabriel Rossetti. Fotografía: Wikipedia

POEMA III - LA RAZÓN DE MI OLVIDO. AKASHA VALENTINE. 

Caen mis párpados sobre mis ojos como telones de acero y siento a mi pecho cada vez más pesado. Oigo a la tristeza hablarme desde dentro, ahora resguardada en un oscuro refugio que ha creado ella misma en lo más profundo de mi ser, echando raíces que alimenta con las lágrimas que a menudo suelo verter cuando nadie me mira. Finjo estar siempre bien acompañada, pero lo único que encuentro cuando la noche cae y cierro la puerta de mi alcoba es este insufrible dolor que se ha quedado enredado en mi pecho y que tira de mi ser cada vez que exhalo una simple bocanada de aire. A menudo pienso, y sobre todo lo hago cuando tomo consciencia de ello, que lo único que en realidad yo deseo es liberar a mi alma de esta pesada carga que en estos momentos sostengo sobre mis hombros, para alzar mi voz en el aire y de esta forma dejarla volar en libertad, lejos de las rejas que tuve que imponerme a mí misma para no dañar esta imperfecta imagen que he creado para la sociedad. Tiemblan las yemas de mis dedos al imaginarte cerca de mí, pero la realidad me golpea duramente, pues ojalá pudiera hallar las palabras necesarias para hacerte volver a mi lado en esta noche que no acaba, en estos segundos que no corren, en este reloj roto que escondido entre los libros duerme sumido en un sueño profundo, pues su única función en esta vida ha llegado a su final. Debí haber hablado en aquellos momentos, ahora lo sé, pero lamentablemente olvidé cada sílaba y cada letra en algún rincón de mi memoria y ahora, perdida y sin rumbo, sin razón ni sentido, siendo consciente de qué no sé ni lo que digo, o si lo que hago es coherente, siento que te pierdo cada vez más. Dando tumbos sin rumbo fijo, me descalzo y me desvisto, y desnuda me acuesto en el catre esperando ser abrazada por unas manos invisibles que imiten el tacto de tus dedos en este interminable día que no cesa. Sé que no debo hacerlo, pero me aferro con desesperación a esa pena que sin mí no tiene hogar ni cobijo, mientras mis manos son heridas por la presión que ejercen mis puños al cerrarse con fuerza sobre ellas. Quiero ser fuerte para ti, pero el pesimismo me lo impide, provocándome un fuerte malestar en lo más profundo de mi ser que logra herirme mortalmente, pues la falta de aire en mis pulmones me hace recordarte cuando los recuerdos que por un momento pensé que podrían ser borrados han vuelto a mí. Y sin darme cuenta he alzado mi mano para poder atraparlos entre mis dedos, con el fin de retenerlos a mi lado para que nadie más pueda llevárselos a un lugar donde no pueda encontrarlos jamás. Si Dios existe, y puede oírme, me gustaría pedirle que cumpliera para mí un único deseo: le ruego que me ayude a cerrar estos cansados ojos que fatigados de llorar podrían llenar ríos y océanos, imploro a su razón para que me conceda mi última voluntad que no es otra que la de no volver a despertar. Para poder encontrarte algún día entre el cielo y el infierno, y así saciar este pesar que no consigo acallar y que tal vez se calme si contemplo tu rostro una vez más. Sí se me concediera esta oportunidad hablaría sin miedo, tapujos o rodeos. Y te diría con el corazón en una mano y mis sentimientos en otra que simplemente deseo volver a la vida para morir un día más entre tus brazos y de esta forma ser resucitada por tus labios, con el sabor de tus besos.

Akasha Valentine 2013 © http://www.akashavalentine.com


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