POEMA XIV- SIN TI. AKASHA VALENTINE.
¡Me
han robado! - Exclama la soledad. - Los colores de mi mundo: Añade
entre suspiros. Y ahora he de vivir involuntariamente carente de
compañía, aquí en tierra de nadie, desterrada y renegada porque
nada puedo ofrecer a quien su mano me tiende. Apegada a su tristeza
la encontró el color gris y se acercó para hablar con ella, y se
sintió extrañamente cómodo ante su presencia. Fue tal la sensación
que le produjo que le habló sin presentarse. - Mis manos desnudas
ante el mundo están. - Le comunicó sin haberse presentado. - Y se
han alzado sin previo aviso a través de mis mejillas esperando
encontrar el tacto de las tuyas, anhelando poder volver a tocar la
punta de tus dedos. - Le confeso, temiendo ser rechazado por aquella
figura solitaria, pero para su sorpresa la soledad no habló, ni se
movió, ni tan siquiera desaprobó su gesto, así que callados
quedaron, y uno sobre otro durmieron durante algún tiempo juntos.
Hasta que las luces de las estrellas comenzaron a caer de forma
descuidada sobre su piel desnuda iluminando sin pudor algunas de las
heridas de sus cuerpos dañados. La tristeza, que por aquel entonces
vivía refugiada en los corazones de quienes de vez en cuando la
querían, se cobijó debajo del árbol en el que ellos vivían. Y
todos la miraron con sus grandes y oscuros ojos, pero tan pronto se
acostumbraron a su presencia ya nadie pudo pedirle que de allí se
fuera, y como uno más de la familia, allí se quedaron todos juntos
al pie de tu tumba.
Cuán
melancólico es el paisaje que te pinto. Pero déjame que te siga
contando, que aún tengo para rato. El pesar, que debido a su
volumen, no podía ser por más tiempo sostenido por el cielo, se
dejó
caer entre la tierra y tu sepulcro y como mi desconsuelo era tan
grande y mi aflicción tan profunda, no pude hacer nada por mover esa
pesada losa que de mi cuerpo aún caliente y con vida te separaba. La
luz de la luna, que por aquel entonces vivía oculta bajo un manto de
nubes negras, se sentó a mi lado y me arropó,
aunque como no tenía dedos tuvo que hacerlo con gotas de lluvia
durante todo el día y la noche, a veces de forma torrencial y otras
de manera más leve, pero estuvo a mi lado aun
cuando nadie quería estarlo, pues creo que en el fondo todos tenían
miedo de oír a un pobre loco quejarse de lo dura que es la vida.
Volví a casa aquella misma noche, besé
tu tumba, pero no llegué a tocar tus mortecinos labios a pesar de
que excavé
con mis propias manos
el manto con el que fuiste cubierta. Me fui a dormir, o al menos lo
intenté,
pero la fiebre no cesaba y mi cabeza deliraba; entre toses y
estornudos pasé
la noche, y al tercer amanecer no desperté de mi letargado
sueño. Y las huellas que con sumo cuidado dejé atrás
las volví a encontrar sin tener que caminar demasiado deprisa y
tampoco despacio. Al final del sendero vi tu figura, tu mano tendida,
tu cuerpo caliente y cálido volvía a mi vida, y lo que un tiempo
fue sin ti se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos, y te tuve de
nuevo entre mis brazos para
toda la eternidad.
Akasha Valentine 2014 © http://www.akashavalentine.com
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