viernes, 3 de enero de 2014

POEMA XIV- SIN TI. AKASHA VALENTINE. ED.REEDITADA.


POEMA XIV- SIN TI. AKASHA VALENTINE. 

¡Me han robado! - Exclama la soledad. - Los colores de mi mundo: Añade entre suspiros. Y ahora he de vivir involuntariamente carente de compañía, aquí en tierra de nadie, desterrada y renegada porque nada puedo ofrecer a quien su mano me tiende. Apegada a su tristeza la encontró el color gris y se acercó para hablar con ella, y se sintió extrañamente cómodo ante su presencia. Fue tal la sensación que le produjo que le habló sin presentarse. - Mis manos desnudas ante el mundo están. - Le comunicó sin haberse presentado. - Y se han alzado sin previo aviso a través de mis mejillas esperando encontrar el tacto de las tuyas, anhelando poder volver a tocar la punta de tus dedos. - Le confeso, temiendo ser rechazado por aquella figura solitaria, pero para su sorpresa la soledad no habló, ni se movió, ni tan siquiera desaprobó su gesto, así que callados quedaron, y uno sobre otro durmieron durante algún tiempo juntos. Hasta que las luces de las estrellas comenzaron a caer de forma descuidada sobre su piel desnuda iluminando sin pudor algunas de las heridas de sus cuerpos dañados. La tristeza, que por aquel entonces vivía refugiada en los corazones de quienes de vez en cuando la querían, se cobijó debajo del árbol en el que ellos vivían. Y todos la miraron con sus grandes y oscuros ojos, pero tan pronto se acostumbraron a su presencia ya nadie pudo pedirle que de allí se fuera, y como uno más de la familia, allí se quedaron todos juntos al pie de tu tumba.


Cuán melancólico es el paisaje que te pinto. Pero déjame que te siga contando, que aún tengo para rato. El pesar, que debido a su volumen, no podía ser por más tiempo sostenido por el cielo, se dejó caer entre la tierra y tu sepulcro y como mi desconsuelo era tan grande y mi aflicción tan profunda, no pude hacer nada por mover esa pesada losa que de mi cuerpo aún caliente y con vida te separaba. La luz de la luna, que por aquel entonces vivía oculta bajo un manto de nubes negras, se sentó a mi lado y me arropó, aunque como no tenía dedos tuvo que hacerlo con gotas de lluvia durante todo el día y la noche, a veces de forma torrencial y otras de manera más leve, pero estuvo a mi lado aun cuando nadie quería estarlo, pues creo que en el fondo todos tenían miedo de oír a un pobre loco quejarse de lo dura que es la vida. Volví a casa aquella misma noche, besé tu tumba, pero no llegué a tocar tus mortecinos labios a pesar de que excavé con mis propias manos el manto con el que fuiste cubierta. Me fui a dormir, o al menos lo intenté, pero la fiebre no cesaba y mi cabeza deliraba; entre toses y estornudos pasé la noche, y al tercer amanecer no desperté de mi letargado sueño. Y las huellas que con sumo cuidado dejé atrás las volví a encontrar sin tener que caminar demasiado deprisa y tampoco despacio. Al final del sendero vi tu figura, tu mano tendida, tu cuerpo caliente y cálido volvía a mi vida, y lo que un tiempo fue sin ti se desvaneció en un abrir y cerrar de ojos, y te tuve de nuevo entre mis brazos para toda la eternidad. 

Akasha Valentine 2014 © http://www.akashavalentine.com

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