LAS PALABRAS QUE NO SON NECESARIAS.
Qué grande resulta la distancia y qué lejana la cercanía aún estando juntos en la misma estancia.
Qué evocadoras resultan tus manos y que provocadoras las yemas de tus dedos
cuando rozan la punta de mis labios agrietados por el dolor y la sequedad del tomento.
Qué sencillo es perderse en el dolor y la tragedia que anida en el interior de mi pecho.
Qué fácil resulta encontrar a tus manos dispuestas a sucumbir a mi merced
para ocultarme todo cuando no deseo a pesar de que lo pueda tener delante de mis ojos.
Qué altanero resulta el tiempo cuando nos acecha en contra de nuestra voluntad
esperando con impaciencia a que esa humanidad que anida en nuestro interior muera.
Y aún así, aún siendo conscientes de que la muerte está más cerca de lo que creemos
conversamos de forma pausada, imaginando sueños que nunca llegarán a puerto.
Qué rompedor resultaría para mi alma descargar todas estas lágrimas que viven en mí,
mientras permito a mi mente juguetear con la idea de encadenarte por toda la eternidad a mi ser
con el fin de aplacar el dolor que en mi pecho resurge y que no me deja vivir.
Quiero volver a sentir el calor de tu cuerpo, el tacto de tus manos, la fuerza de tus brazos,
para que de esta forma pueda enfrentarme a un destino del que no puedo escapar.
Qué sencillo resultaría cerrar los ojos y olvidar todo cuanto he ido aprendiendo en esta vida.
Qué perecederos resultan los buenos momentos y qué eternos y fastidiosos los malos.
Qué pesado resulta el tiempo ahora que soy consciente de que mi vida sin ti ya no tiene sentido.
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