MORIR ENTRE TUS BRAZOS
En este nuevo día que despierta al mundo me he dado cuenta de que la razón ya no está conmigo.
Y bajo este cielo azul he arrojado mis pensamientos al aire con el fin de que el viento
los arrastre tan lejos de mi lado como le sea posible hacerlo para que no vuelvan a encontrarme jamás.
Quiero volver a cerrar los ojos una vez más y ser engullido por las oscuras sombras de la noche que habitan en mi habitación.
Quiero cerrar los ojos para que de esta forma los recuerdos me sigan acompañado en mis sueños
una noche más.
Quiero pensar que cuando abra los ojos tu imagen, aquella inocente mirada que el tiempo me robó,
seguirá estando ahí, una vez más iluminando esta enorme estancia vacía.
El dolor es como una llama sofocante, ardiente e incurable cuya huella siempre queda a fuego grabada en lo más profundo de nuestro ser, en un lugar visible sólo a nuestros ojos.
Y por mucho que nos duela, por más que intentemos liberar a nuestra alma de esa pesada carga
somos conscientes de que no podemos hacer nada salvo esperar a que el tiempo nos libere de su prisión.
Y aún así no estamos completamente seguros de que ese dolor que nos mantiene cautivos se vaya a ir para siempre de nuestro lado.
Quiero pensar que en algún momento mi vida llegará a su final y que la piadosa muerte me tocará.
Quiero rogarle al tiempo que sea benevolente con mis pensamientos y me alivie de la pesada carga
que me está haciendo soportar.
Quiero que esta noche todo acabe en un abrir y cerrar de ojos.
Tan sólo quiero pedirle a Dios que, cuando el mañana llegue, me permita morir entre tus brazos.
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